Cabeza loca
Recuerdo vagamente cuando empezó todo, pero revolucionó mi mundo perfecto tal y como lo conocía. Puede que esto que voy a contar a continuación parezca algo banal y superficial, sin embargo no resultó ser así para mí. Comenzó en el momento que una dermatitis severa atacó mi rostro, dejándolo repleto de escamas a causa de ello. Mi aspecto parecía el de un pez, haciendo que me recluyera en una pecera en la que únicamente vivía yo. Aquello sucedió de manera tan rápida, más de lo que jamás pude imaginar, fue como caer en un sueño profundo y no reconocerme a la mañana siguiente en el espejo. Enojado con el mundo por aquel castigo, y sin poder evitar hacerme la pregunta de por qué tenía que sucederme esto a mí, me desperté aquella mañana y las siguientes. Desesperado recurrí a la medicina privada, que supo librarme de las escamas recuperando la normalidad de mi rostro. Recuerdo que me sentí invencible. Durante años me dedique a cuidar mi piel, en los cuales los brotes regresaron para desestabilizar mi mundo de nuevo. Venían con rapidez y se disipaban con lentitud para después desaparecer.
Cuando acepté que debía cuidar mi piel de por vida y cruzar los dedos para que nuevos brotes no surgieran, sin anunciarse otra parte de mi cuerpo sufrió el golpe la dermatitis, empezando a afectar a mi cuero cabelludo de manera agresiva, provocándome una caída severa del cabello. Antes de comenzar a utilizar la cuchilla que sostenía entre mis manos nerviosas para desprenderme del escaso cabello que decoraba mi cabeza, percibí que un ataque de dermatitis había convertido mi cuero cabelludo en una tierra árida repleta de escamas amarillentas que se agrietaban. Debajo del pobre pelaje que cubría mi cabeza se escondía un desagradable aspecto que me avergonzaba. Desilusionado es como me sentí, ya que mi misión debía ser disfrutar de la vida, pero en cambio las preocupaciones ganaban terreno en mi mundo.
Una solución inesperada apareció sin buscar, cuando me tropecé por casualidad con una noticia sobre trasplantes capilares. Aquello se cruzó en mi camino a la desesperación. Desconocía que existía la posibilidad de recuperar mi cabello y cubrir las vergüenzas de mi maltrecho cuero cabelludo. Tras meditar detenidamente aquella posibilidad, me pareció la decisión correcta a seguir. Después de la intervención, y la larga espera para que los nuevos cabellos trasplantados asomaran como brotes verdes, el resultado fue sorprendente. Solucionó mi eterna inquietud, haciendo que un nuevo cabello ocultara la castigada piel de mi cuero cabelludo. Mis inseguridades rápidamente quedaron relegadas, sintiéndome libre para vivir. Aquella sensación resultó tremendamente placentera, ver que mi vida no se detenía ante nada me hizo creer que todo volvía a ser posible.
El tiempo hizo que me tuviera que someter a más intervenciones de lo esperado, siendo ambas un rotundo éxito; sin embargo dejaron como resultado en mi cabeza unas desagradables cicatrices. Gracias al cabello de la parte trasera de mi cabeza pude ocultar las indeseadas cicatrices que escondía con temor a que fueran descubiertas. Contra todo pronóstico mi cuero cabelludo reservaba una venganza terrible. El cabello que adornaba mi cabeza comenzó a huir, desapareciendo de nuevo. La dermatitis dañaba severamente mi cuero cabelludo despojándome indiscriminadamente de mi cabello otra vez más. En aquel doloroso proceso de ver como la dermatitis regresaba para castigarme, también me obsequio con unas marcas rojizas y otras blanquecinas en mi piel que el cabello que se desprendía dejaría al descubierto. Aquello fue un duro golpe, aposté el dinero que tanto me costó ganar en los injertos y perdí. El dinero que un adolescente, como era yo entonces, ahorro para aquellas intervenciones, cuando debía invertir en viajar y disfrutar, se esfumó en un suspiro sin obtener los resultados deseados. Fui víctima de una broma del destino y el nuevo cabello que pagué con el sudor de mi frente, literalmente, desaparecía ante mis ojos.
Mi mente enseguida tuvo que reponerse para no derrumbarme mientras veía avanzar mi pérdida de cabello, la que intentaba ocultar vergonzosamente. Estaba aterrado porque las cicatrices y marcas que escondía bajo mi cabello se hicieran visibles, y lo que el espejo mostraba no ayudaba. Llevaba dedicando demasiado tiempo a buscar soluciones para mis problemas y estaba cansado, pero no podía rendirme.
En mi búsqueda de soluciones, oí hablar vagamente del tatuaje capilar y sus excelentes resultados, un proceso que proporcionaba un efecto rapado natural. La tinta de tatuar podía emular el pelo de forma permanente enmascarando así mis marcas y cicatrices, haciéndome lucir un aspecto digno. Estudié resultados e imágenes derivadas de la técnica del tatuaje capilar en un estudio que me dejaron impresionados y me decanté por alguien que parecía ser un artista de la aguja. He dicho parecía porque aquello fue una nefasta decisión. La falta de ética y profesionalidad de aquella persona hicieron que el resultado fuese de todo menos satisfactorio, dejando otro desagradable recuerdo más en mi piel. Decepcionado otra vez por la vida, volvía a encontrarme en una situación en la que la búsqueda desesperada de soluciones volvía a ocupar mi mente. Gracias a las nuevas tecnologías eliminar la tinta de tatuar era posible, algo por lo que debía estar agradecido. Un proceso doloroso al que tuve que someterme para corregir errores y poder lucir un aspecto del que no sentirme avergonzado.
Después de sufrir para eliminar aquello que detestaba de mi imagen, un dolor del que ya me olvidado, mis ansias de verme y sentirme bien conmigo mismo me hicieron encontrar la solución definitiva a mi larga búsqueda. Opté por la micropigmentación. Esta vez una mano experta se encargó de arreglar mi desastre, haciendo que ahora, por primera vez desde hace tiempo, vea de manera positiva mi aspecto, sintiéndome libre y feliz.